martes, junio 12, 2007

ORTIGAS (diciembre de 2003)

“Lo que pasa es que esa niña

es un poco bien callada

es muy poco lo que habla

habla poco no habla nada

está siempre bien callada

un silencio ella es

poco comunicativa...”

-Fumemos un cigarro

-¿Ah?

-¡Fumemos un cigarro!

-Ah.

Shh medio gritito que pegaste, ¿qué me habías entendido?

-¿Ah?

-¡Que qué me habías entendido!

-Ah...

M.Redolés

-Aló, hola, como estás.

-...

-Bien.

-...

-Ah, no, por nada, nada en especial. Ah, sí, ahora me acuerdo, ¿qué vas a hacer hoy en la noche?

-...

Así, al mirar la luna, me doy cuenta que sólo soy un punto en movimiento encima de la corteza de un gran balón. No es necesario, entonces, esperar tanto de las cosas que uno quiere, o cree necesitar, ya que al final todo desaparecerá en forma misteriosa y el universo nos absorberá con su fuerza antigravitacional, lanzando nuestras partículas, cada una, hacia puntos distintos anulando el ser, transformando la esencia en partes distintas de otras unidades, integrando, así, el inconsciente colectivo universal. Claro, esto sólo si tenemos alma. Porque en caso contrario, nuestro ser se deshacerá lentamente hasta formar parte de otros seres distintos en el tedioso ciclo terrestre, y primero seremos devorados por gusanos antes de pensar siquiera en pertenecer a otro ente viviente.

La luna da buenos consejos, me digo y salgo a recorrer la ciudad antes de ir al sitio acordado; esa buena ciudad a mis ojos ahora que veo más claro. Nada de contaminación y smog, nada de autos en fila, nada de gente apurada, sólo yo y la ciudad que me vio nacer y que espero no me vea morir. El lugar de encuentro es un boliche en el barrio central, entre las casas viejas y grandes, entre las prostitutas que me parecen tan amables esta noche, entre los travestis que me miran con deseo al pasar. Entro y encuentro, su mirada, entre los presentes. Voy, con una sonrisa en los labios y me siento frente suyo. Un “holas” y un par de miradas me bastan esta vez para volver a la realidad, esa realidad tan inconmensurable y áspera. Al frío y al nerviosismo, al ataque de taquicardia, al olor de mi axila subiendo hasta mi nariz. -Ayer no hice nada, y tú- completé la frase con un espanto en mis ojos, como esperando lo que ya sabía. Estás llena de amigos, pense, pero por mi mente se dejó oír la idea de que en realidad era solo uno, siempre el mismo. Nunca sabré si es producto de mi lentitud de reacción, de esas horribles oleadas de frío que suben por mi estómago y bajan en forma de calor por mi espalda, de mi cuello que se eriza cual gato asustado cuando la veo, o si de ese timbre en mi oído producto de la presión en mi cerebro, o del tartamudeo, qué se yo... El cuento es que ya sé cual es mi destino en esta historia: cada oveja con su pareja. Quizás debiera buscarme una mujer inteligente en vez de andar por ahí babeando... Pero no es eso lo que uno busca cuando mira la luna en una noche como esta y sale tras la mujer que lo tiene a uno del cogote como un yoyo que va y viene, el bolo alimenticio en el estómago de una vaca, o simplemente yo.

-He decidido dejar de buscarte-, le digo envalentonado y en sus ojos se cuela una carcajada de agua que no hace sino sonrojarme y desear estar muerto. Aprieto un puño y me muerdo el labio. Reviso mentalmente cada segundo desde que dije esa barbaridad. Oigo un fluir de sangre en mis oídos. El mozo me trae la cerveza y me la enchufo cual manguera de petróleo en estanque de camión. Me sacudo la cara y contengo la flatulencia que pretende salir. Abro los ojos y me lloran por el gas. Me calmo. La oigo. Habla y se ríe sola. Me oigo. Contesto como un autómata. Por mientras miro su rostro de ojos chinos y nariz respingada, sus senos perfectos y voluptuosos y ella está casi a punto de cerrarme un ojo... Mi pie roza el suyo, y lo deja estar ahí como si le importara. Por qué no tomas la iniciativa tú, si me vez sufriendo como un buey recién castrado. Qué pasa en esa cabeza llena de aire que te gusta tenerme comiendo de su mano por placer. Porque no te acercas y me das un beso, por la cresta. ¿No ves que me estoy poniendo como roca?

-No, no quiero ir-, dices y decido que esta sea la última vez que te vea. Me siento un poco aliviado y puedo conversar con tranquilidad. Ahora las palabras fluyen de mi boca hacia fuera como certeros golpes que van activando una a una tus neuronas. Entonces te vuelves apagada y dócil, como pidiendo perdón por pantomima. Lo sé por la luz que intentas esconder al bajar tus ojos y esa pequeña comisura del labio que delata que sonríes. Pero sabes que eso me da ánimo y es parte del tira y afloja que tan bien acertaste cómo me hace daño. Me provocas euforia y te haces la aburrida, o realmente te aburres no sé. Pero he decidido no verte más. Pago la cuenta e intento un último contacto al mover tu silla y tenderte la mano para que te levantes. Te quedas tan dócil que mi incursión dura menos que un segundo por tu espalda y todo queda en una bella amistad que los dos sabemos no va hacia ninguna parte. En realidad me enloqueces y lamentablemente tenemos asuntos en común que me subyugan a ti por el resto del año sino la vida.

Llego a mi casa, derrotado, con dolor de cabeza, casi desahuciado. Me tiro en la cama. Apago la luz para lograr descansar. Veo la luna. Pasan 2 horas. Un calor ya se apodera de mi cuerpo y me siento mejor de ánimo, voy a la cocina y, mientras preparo mi comida, agarro el teléfono y marco tu número. Aló dices y es como si los ángeles vinieran en mi rescate con ramos de mentas que en realidad son ortigas...amén.

4 comentarios:

Aristo Risato dijo...

no compañero. nunca. he oído hablar de él: que hay un libro y una película... es bueno?

buenos escritos...

Rodolfo García dijo...

un par de tetas tira más q una yunta de bueyes,
decía el sabio
;-)=

Pancho Maillard dijo...

Genial estimado... buena pluma tienes por aqui... notable.
Oye, supongo que tu pregunta iba dirigida a mi hermano Sebastián. El es quien se dedica a la musica (bajo), yo me dedico al cine, asi que muy poco te podria ayudar en la musica.
Si quieres contactarte con el escribele a jan_maillard@yahoo.com
Seguro que te contesta. Gracias por tu visita en mi blog.

Saludos,
Don Morsa.

Javi Belmar dijo...

si uno tan solo pudiera elegir, adivinar, intuir. Con historias así, de amores desenamorados, uno comienza a afilar la nariz. Algunos con más porrazos que otros, pero al final uno empieza a entender que el corazón, la intuición y esa tincada de mala espina que no sabemos de donde viene, no se equivocan NUNCA. las ortigas pueden ser mentas, pero es mucho trabajo, años y paciencia. Mejor es dejar a las ortigas con sus mentas, y tus mentas contigo.