martes, junio 12, 2007

AUTOCOMPLOT

-¡Insolente!, ¡insólito!, ¡infame!, ¡imbécil! -El iris se le agrandó al salir al sol. Sin pensar, huyó calle abajo, como gato atropellado, como bandido, como lo sentía la señora que le gritaba con escoba en mano y mandil en muslo. Claro, él había bebido mucha cerveza más allá y, más acá, le entraron ganas. Giró la cabeza de lado a lado, de arriba abajo, se escudó en el arbusto y mientras sonreía un torrente de luces azul-rojas lo bañaron desde atrás. Sin pensar saltó la reja y se sintió seguro. El punzazo en su mano izquierda tomó toda su atención. A su lado había una manguera, había que limpiar la sangre. La cerveza en su cabeza se abalanzaba sobre sus parpados, purpúreos de pitos ya olvidados, pesados del reciente líquido ingerido. El piso extrañamente estaba muy cerca de su cara. Sintió dolor en la mandíbula. Sus pies estaban enredados en la manguera y su traje de cesante en búsqueda ya estaba estropeado. -¡Estúpido! -gritó una voz en su cabeza. Se levantó y siguió la manguera con la mano buena, beato de su idea primera. Abrió la llave y se condujo en dirección opuesta. Sintió el ador en la mano con el agua clorada. Caminó en dirección a la llave y cerró el agua. Se sentó en el barrial y se puso a llorar como un niño. O como un viejo solitario. Sucio, mal vestido, cabizbajo, parecía un perdido. En ese interior se estaba tan tranquilo, entre las azaleas, ipomoeas, jazmines, colas de zorro, cactus y demases. Entre dos pastelones apoyó la mollera que quedó mullida, maulló un gato y miró hacia arriba. En el cielo paseaban dos avionetas ¿o era una?, haciendo sus maromas acrobáticas. Se sintió Baco, pero el de los nuevos tiempos, el tren-tren de la post colonia. Sí, el sabía de historia, la había aprendido antes, en una época más clara y menos clave de su vida. Secó sus lágrimas e intentó pararse sin éxito. Se relajó un segundo mientras intentaba aclarar su vista. La comodidad del barro le hizo olvidar su tarea, al igual que la cerveza. Cerró los ojos. Negro. Calor, viscosidad. Abrió los ojos. Una lengua lo lamía desde arriba. El olor a perro mojado lo acogía. Una voz llamaba a un supuesto Tito, Titín, Titito, Titito lindo la comida. Un grito. El susto lo levantó de un salto. Una señora lo escrutaba de arriba abajo con la boca abierta. Los ojos de ella se detenían entre su ombligo y su rodilla. -¡Insolente!, ¡insólito!, ¡infame!, ¡imbécil! –Abandonó la sombra del jardín donde estaba saltando la reja nuevamente, espantado al unísono con su borrachera. Sin pensar, huyó calle abajo, como gato atropellado, como bandido, como lo sentía la señora que le gritaba con escoba en mano y mandil en muslo. Se detuvo. Cerró el cierre de su pantalón.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

mala tu wea. mal escrita. fome- fome- fome

(O.o) dijo...

demás, pero si te identificaras podría ser que te hiciera una crítica TAN constructiva como la tuya....

bueno eso de echar mierda es algo inherente a nuestra realidad de mierda.

en todo caso.. GRACIAS por postear pasta pastel