miércoles, junio 09, 2010

doble o nada

Tengo que escribir mucho. No porque tenga mucho por escribir sino que para lograr las cosas que antes hacía escribiendo. Y no estoy hablando de grandes textos sino que de cosas sencillas y simples que a todos nos hacían sentido. Yo estaba desarrollando una pluma realmente buena, larga y con varios colores y figuras. Una real pluma. Acabo de vomitar. Acabo de fingir estar bien. Sí, la vida me está volviendo loco, los excesos de sustancias, la histeria colectiva, el reflejo en la propina, la historia común, todo me tiene cansado, hastiado, solo, aburrido y sin remedio aparente. Quiero salir, estar libre, colmarme de ganas e ímpetus, de respeto por mi mismo, de razones vívidas y crueles, pero plenas.

Plano está el mundo. Aunque tormentoso. Más aún en estos días en que uno tiene que escribir y escribir sin parar para que solo el cerebro vaya desahogándose de a vómitos como el de hace un rato.

-¡!!!!Vomité Vomité Vomité Vomité ¡!!!
-Huevon CONCHATUMADREE VOMITEEEE!
-Vomite Caleta Caleta
-Conchatumadreeee!!!!

Yo también vomité, pero no tanto como tú. Edit copy, edit paste.

El asunto es que como no puedo parar de escribir, a veces el cerebro va dejándote atrás, vas quedando tonto y fugaz e insípido y cruel contigo mismo. Y contigo mi mismo. Y saltamos a otro tema como si importara un comino el algo.

Frágil en sí mismo, el dolor del aventón del tiempo al guión de la vida se disuelve.
¿Sabremos como entender todo y nada a la vez? ¿Nos importa realmente?
La vida se enrosca como un lápiz en el dedo antiguo, en cama y sin televisión. Sin computador, de esos pasados hablo.
Frágiles, también, las mentes sapiensan solas sus surullos del alma de fisgón, de su realidad interminable de ser humano. Frágil, fragilidad: ¿Habrá algo más frágil que el yo? ¿Será necesidad del ego estar siempre ahí, vigente, solo pero omnipresente?


Fue un casi. Nos equivocamos en leer la receta. Rica. Rica Rica. Rica salmón de atún. Rica caída del cielo. Rica ella misma. Triste como un tugurio yo. Me dolía físicamente ella por todos lados. Salíamos como unos enfermos mentales y estaba dolido y molido cada vez más. Kilos de ropa bajo mi cama rota de tanto retozar. Mi pieza un desastre. A veces la sentía adentro de mi cuerpo. A veces me tiraba el brazo cuando no estaba y me despertaba, especialmente cuando andaba con muchos miedos. Mi sueño se volvía cada vez más liviano. Y ella en realidad estaba ahí, visible y tangible pero a la vez no, inescrutable, difusa, dura y dispersa. Dormía conmigo hasta cuando no lo hacía. Y sus amigos estaban por todos lados, todos juntos y jugosos, un tanto violentos, un tanto pendejos. Todos en todos los lugares, todos en todas las visiones empañadas siempre con el vaso medio. Siempre, todo el rato y te morís cuánto. Rica rica, estaba feliz, pero una pena teñía su realidad. Y fue. Fuera, hasta nunca, o hasta el otro año, o quien sabe.

Fue otro casi. Nos equivocamos en la cocción del pie. Rica rica rica. Rica cheescake de fresa. Caída del cielo. Rica en su esencia rica. Feliz como perro con dos colas yo. Me daba agüita el estómago de sentirla cerca. Más que nada dormimos mucho. Y salíamos fuera de la ciudad. Familia, amigos tranquilos, cambiar para mejor. Dejar cosas de lado, cambiamos y sentimos la verdad de la vida. Nos despertábamos tempranísimo y sentíamos el impulso natural de construir. Todo un bien. Pero hubieron expectativas diferentes, muchas necesidades que resolver y poco interés en resolverlas por sí misma. Comodidad al máximo, codicia incontenible y muchas, pero muchas alegrías una a una al lado de la otra. La vida misma y la liviandad del ser es poco para entender lo volátil de ciertos sentimientos que para otros son fuertes y espasmódicos.

Ya no vomito. Sólo duele mi brazo izquierdo y se me duerme el dedo pulgar. Los miedos se van de a uno, llega la noche. Todo vuelve a comenzar otra vez.

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